miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL QUE NO QUISO SEGUIR A JESÚS. Lc. 18,18-34.


Cierto hombre importante le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno, nadie más. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre".

Pero él contestó: "Todo esto lo he cumplido ya desde joven". Al oír esto, Jesús le dijo: "Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes, reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme"

Ante tal respuesta, el hombre se puso triste, pues era muy rico.

Al verlo, dijo Jesús: "¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios para los que tienen riquezas! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios" Los presentes dijeron: "¿Quién podrá salvarse entonces?" Jesús respondió: "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios"

En ese momento Pedro dijo: "Ya ves que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido". Jesús respondió: "Yo les aseguro que ninguno dejará casa, esposa, hermanos, padre o hijos a causa del Reino de Dios sin que reciba mucho más en el tiempo presente y, en el mundo venidero, la vida eterna".

Jesús tomó aparte a los Doce y les dijo: "Estamos subiendo a Jerusalén y allí se va a cumplir todo lo que escribieron los profetas sobre el Hijo del Hombre: será entregado al poder extranjero; será burlado, maltratado y escupido; y después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará." Los Doce no entendieron nada de aquello. Este era un lenguaje misterioso para ellos y no comprendían lo que decía. 

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